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Evgeny

-y-

la pastilla de jabón

A la persona que empaquetó mi cajita, le digo “¡Gracias!, ¡me diste algo pequeño, pero muy significativo”
Evgeny recibió su cajita a los 12 años en un orfanato ex–Soviético.

Mi madre me abandonó al nacer, así que crecí en un orfanato hasta que me adoptaron en 2004 a la edad de 14 años. En el orfanato, en una zona que antes era de la Unión Soviética, no teníamos muchas cosas. Entre otras, ni duchas ni bañeras. Una vez al mes nos llevaban en autobús a los baños públicos de una localidad de 10.000 habitantes cerca. Ahí los 120 niños del orfanato nos dividíamos por edades para el “acto” de ducharnos. En mi grupo de 30 niños compartíamos una sola pastilla de jabón para todos.

Con 12 años recibí mi cajita envuelta en papel navideño de color azul. Había un muelle, unas pelotas de goma y una toalla preciosa blanca. Recuerdo mirar la toalla y pensar: “¿Qué será esto?” No tenía ni idea de cómo usarlo. Pero lo mejor de todo era una pastilla de jabón perfumada. ¡Olía tan maravillosamente bien! Era tan especial porque la que usábamos en el orfanato era neutra y no olía a nada. En el orfanato teníamos que esconder todo lo que valorábamos, porque si no, los mayores nos robarían las cosas. Así que le di mi pastilla de jabón a un amigo mayor y le pedí que me lo ocultase. Nunca me la llevé al baño público porque seguramente no habría durado. Mi amigo me escondió la pastilla de jabón casi hasta un año después de recibir mi cajita. En ese tiempo construyeron duchas en nuestro orfanato – las primeras dos para unos 120 niños. Pero pasaron otros seis meses hasta que estuvieron funcionando. Un domingo después de que por fin empezasen a funcionar, le dije a mi amigo que me trajese la pastilla de jabón.

Otro amigo y yo le imploramos al guardia que nos dejase entrar en las duchas para usarlas y fue amable. Abrió las puertas porque le contamos que tenía una pastilla de jabón. Fue la primera vez que la usé. Entonces la volví a poner en una caja blanca y le pedí a mi amigo que me la cuidase de nuevo. Solo llegué a usarla pocas veces más antes de salir del orfanato. La pastilla de jabón fue un regalo que nunca antes había tenido. Era preciosa, era mía. Recuerdo de forma muy clara que no quería que nadie más la usara porque yo jamás había tenido mi propia pastilla de jabón.

Dos años y medio después nos adoptaron a mi hermano y a mí. Cuando aprendimos inglés pudimos comunicar con nuestros padres adoptivos y un día nos hablaron de Jesús. Habiendo crecido en una iglesia ortodoxa, sabíamos de Jesús como Dios, pero nunca nos habían contado que se podía tener una relación personal con Él. Ellos nos enseñaron como podíamos relacionarnos con Él, hablar con Él en oración y decirle lo que nos preocupa. Mi hermano creyó en Jesús enseguida y yo un año después.

Hoy en día trabajo para la industria farmacéutica en Texas. En la empresa hacemos cosméticos para los ojos y demás. Pero además soy fotógrafo aficionado. Mirando atrás veo que esa cajita me transmitió una sensación de esperanza. Me mostró que le importaba a alguien lo suficiente como para hacer esa cajita y enviármela. También colaboro con Operación Niño de la Navidad y todas las cajitas que hago contienen una pastilla de jabón como la que recibí y una toalla pequeña y blanca. Quiero que el niño o niña que la reciba tenga la misma sensación y experiencia que yo tuve. Quiero que sepan que hay alguien que les ama, pero sobre todo quiero que sepan que Dios les ama.

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